El canterano Míchel está muy cerca de convertirse en el 22º jugador que combina las rayas blanquiazules del Deportivo con la casaca blanca del Valencia durante su carrera futbolística. De los 21 anteriores, sólo seis emprendieron el camino directo desde la capital del Turia hasta Galicia. El primero en subir al Norte de la península fue Mangriñán en 1957, al cual imitaron posteriormente Suco, García Verdugo, Sánchez Lage, Nando y Voro.
De los seis, seguramente Salvador González 'Voro' fue el que obtuvo mayores cotas de éxito al elegir el Deportivo como destino. El actual delegado de la primera plantilla del Valencia se marchó al que comenzaba a ser el Superdépor, después de 8 temporadas en la zaga de Mestalla. En Riazor le ofrecieron el contrato de su vida cuando rozaba la treintena y no era momento de desaprovecharlo.
De imponente juego aéreo, duro en el choque y expeditivo en el corte, al fin y al cabo un defensa como Dios manda, Voro emigró para encontrar el reconocimiento que le había faltado en su tierra. En La Coruña formó una defensa casi impenetrable que le sirvió como escaparate para jugar el Mundial de Estados Unidos.
El destino quiso que en los partidos más importantes de su carrera se cruzase siempre el Valencia. Un drama personal que se dirimió una vez en contra y otra a favor. Perdió una Liga contra los ché en su primera temporada, pero a la siguiente consiguió desvirgar su palmarés con una Copa del Rey en una final dividida en dos actos por una lluvia torrencial.
Su aportación más valiosa al Valencia llegaría años más tarde cuando cayó en sus manos la dirección de un equipo que se dirigía a Segunda. Tal vez su incidencia no fuese tan relevante en el desenlace final y sencillamente los futbolistas decidieron despertar de un largo letargo, pero en los libros de historia su nombre quedará grabado para siempre como el 'Salvador' del equipo.
De imponente juego aéreo, duro en el choque y expeditivo en el corte, al fin y al cabo un defensa como Dios manda, Voro emigró para encontrar el reconocimiento que le había faltado en su tierra. En La Coruña formó una defensa casi impenetrable que le sirvió como escaparate para jugar el Mundial de Estados Unidos.
El destino quiso que en los partidos más importantes de su carrera se cruzase siempre el Valencia. Un drama personal que se dirimió una vez en contra y otra a favor. Perdió una Liga contra los ché en su primera temporada, pero a la siguiente consiguió desvirgar su palmarés con una Copa del Rey en una final dividida en dos actos por una lluvia torrencial.
Su aportación más valiosa al Valencia llegaría años más tarde cuando cayó en sus manos la dirección de un equipo que se dirigía a Segunda. Tal vez su incidencia no fuese tan relevante en el desenlace final y sencillamente los futbolistas decidieron despertar de un largo letargo, pero en los libros de historia su nombre quedará grabado para siempre como el 'Salvador' del equipo.
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