Es cierto, no lo niego, el Valencia defraudó ayer a todos los aficionados que siguieron el partido con la máxima ilusión para empujar a su equipo hacia la Champions League. La ambición brilló por su ausencia en los jugadores valencianistas. Sólo tras el gol de Pitak se vió otra cara, movimiento rápido del balón, chut a puerta y ocasiones claras que Ochs se encargó de desbaratar.
Y mucha culpa de esa nueva cara la tiene David Silva. El canario fue el mejor y eso que no jugó ni 20 minutos, pero se le ven maneras de fantasista y mucha calidad en sus botas. Le dio al equipo una salida de balón más fluida, y generó jugadas de peligro que Villa trataba de culminar. Posiblemente el de Arguineguín se haya ganado un puesto en el once titular del partido de vuelta.
De todas formas es normal estar enfadados y criticar al entrenador y a los jugadores a la finalización del encuentro. Es la típica reacción tras un tropiezo como éste. El cabreo debería durar sólo un día más, y a partir de ese preciso instante no podemos desgastarnos en debates inútiles sobre la validez del cuerpo técnico, sino juntarnos todos, porque la unión hace la fuerza. Si estamos divididos llegará el Salzburgo a Mestalla y jugará como local.
Esto no es una forma de escapar de lo sucedido, no se trata de continuar el camino sin mirar atrás. La reflexión está hecha, los errores asumidos y espero que en un futuro corregidos. Tenemos 12 días para cambiar nuestros semblantes y tornar nuestro pesimismo en optimismo. Porque los austriacos son muy endebles en defensa y no supieron defender con autoridad el resultado en los últimos 15 minutos. Mestalla da para mucho.
COMUNICAT ÚLTIMES VESPRADES A MESTALLA
Hace 1 mes
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