Cruyff debe de estar triste

La vida sigue y las personas se van. Servaas Wilkes falleció ayer en Holanda a los 82 años de edad y con él se va un trocito de historia del Valencia.

Wilkes fue el ídolo de Johan Cruyff cuando éste último no era más que un crío, pero los regates imposibles y la velocidad eléctrica del de Rotterdam inspiraron al pequeño Johan para luego revolucionar el fútbol de una manera decisiva.

Faas Wilkes llegó al Valencia fruto de un comentario en tono distendido que realizó Guzmán Zamorano Ruiz, presidente de la Federación Valenciana, en la cena que siguió a un amistoso contra el Torino en homenaje a Antonio Puchades. Los italianos consideraron la broma como algo serio y el holandés acabó jugando en en Valencia la siguiente temporada.

Fue el fichaje que sirvió para pagar la tribuna de Mestalla. Un jugador que conseguía que el campo del Valencia se llenase todos los partidos con la consecuente riada de dinero para las arcas del club. La llegada de Wilkes a la Liga española se produjo el mismo año que las de Kubala y Di Stéfano, por lo que su paso por tierras levantinas quedó un poco ensombrecido por la aparición de tales estrellas de talla mundial. Aunque el 'holandés errante' como así se le llamaba, no tenía nada que envidiarles, pues había sido incluido en una selección con los mejores jugadores del mundo.

Yo nunca vi jugar a Wilkes, pero incluyo un fragmento del libro "Todos los hombres del murciélago" de Joaquín Borrell en el que describe de una manera muy precisa al delantero tulipán: "Wilkes se limitaba a ser un especialista, insuperable, eso sí, en su dominio. Éste consistía en el dribling, practicado a todas las escalas y velocidades, en corto o en largo (según Mestre, era el único jugador del mundo que hacía la pared consigo mismo), mediante balanceos sabios de cadera y toques cariñosos de borceguí."

"No se trataba de fuegos artificiales. Wilkes marcaba goles de verdad, en su mayoría saludados por una floración de pañuelos tras haberse recreado en la suerte como un torero rondeño. Era capaz de burlar cualquier barrera interpuesta antre la red, siempre que no albergase intenciones violentas. Si las había, Wilkes se abstenía, con un inhibicionismo descarado que la prensa llamaba señorial. A pesar de todo, se hizo el favorito de la masa, que, tras un día feliz ante el Racing, intentó llevarle a hombros hasta La Pepica, donde se alojaba y se le rendía culto de dulía."

Al futbolista le costó marcharse del Valencia. Tuvo hasta cuatro despedidas. La primera contra el Botafogo, la segunda y tercera contra el Glasgow Rangers y la cuarta contra el Nottingham. Una clara muestra del recíproco amor que se profesaban afición y jugador.

Nunca le he visto jugar como ya he dicho antes, pero el simple hecho de que haya sido un futbolista tan importante para la historia del Valencia, hace que le tuviese un especial cariño. Por eso me ha dolido la marcha de Wilkes. Cruyff y todos los valencianistas estamos hoy muy tristes.