Aquellas fallas del esperpento

Mañana el Valencia disputa en Balaídos un partido mucho más complejo de lo que indica la clasificación. Cierto es que el fútbol es un estado de ánimo, y los de Quique van sobrados de esa preciada especia balompédica, pero la deslealtad de esta caprichosa circunstancia aconseja no apostar nunca por ella.

Repasando el histórico de enfrentamientos de ambos conjuntos en Vigo, me he dado cuenta de que la última derrota de los ‘ché’ por tierras gallegas fue en la campaña 00-01, y para el que no lo recuerde… ¡Menudo esperpento!

Eran días de grandeza europea y de olvido liguero. Jornadas falleras –se jugó un 18 de marzo- de ilusión y esperanza. La Cuperativa acababa de ser reforzada con un prometedor Pablo Aimar, joven y tímido pero todo un escultor del fútbol. El equipo vivía inmerso en la locura de la Champions, y la Liga no era más que una rémora.

Todo el mundo esperaba con anhelo que llegase el partido de cuartos de final contra el Arsenal. La Liga de Campeones era ese delicioso caramelo que nadie quería terminárselo, y España quedaba en un segundo plano.

Los petardos explotaban, las falleras paseaban y las calles estaban engalanadas como una dama que se arregla con precisión para el día más importante de su vida. Las fiestas llegaban a su fin, pero aún faltaba por jugar el Valencia y lo haría justo en la misma ‘Nit del Foc’, pero al que quemaron fue a él mismo.

Juan Sánchez acertó a la primera y el Valencia se adelantó pronto en el marcador, pero no por mucho madrugar amanece más temprano. Justo al comienzo de la segunda mitad fue el Celta el que golpeó por partida doble, o mejor dicho, Daudén Ibáñez se cebó con los de Cúper.

Dos penaltis, a cada cual más ridículo, fueron los culpables de la remontada local. El colegiado turolense hizo de Rompetechos y Karpin introdujo el esférico en la portería de Cañizares en ambas ocasiones.

Un poco más tarde, el estonio se encargaba de ensanchar las distancias con el gol del ‘hat trick’. El Valencia se encomendaba a San José para conseguir algo positivo de Balaídos.

El Santo bajó a la Tierra para que Vagner se metiese un gol en propia puerta y a Daudén Ibáñez le diese un ataque de benevolencia extrema, haciendo gala de su estrepitosa deficiencia visual. El árbitro señaló otro penalti –esta vez a favor del Valencia- en el último minuto de partido.

El Kily agarró la pelota ante la ausencia de Mendieta. Cogió carrerilla, esperó a escuchar el silbato del trencilla, comenzó la carrera, impactó fuerte con el cuero y lo envió… justo a Cavallero. 3-2 y fin del esperpento.

Han pasado 5 años, un tiempo en el que el Valencia le ha recordado a toda España que también gana Ligas –una de ellas encauzadas en el mismo Balaídos-. Esta vez no son Fallas, ni tampoco estará Cúper, ni Daudén Ibáñez, ni fallamos penaltis.

Pero estará Iturralde González, confiemos en que no habrá esperpento, pero sospechemos del árbitro con más ansias de protagonismo de Primera División.