8 rajes

Cumpleaños amortizado

Uno echa de menos aquellas afectuosas y sinceras felicitaciones de Juan Soler. Mi cumpleaños también ha sido amortizado por Llorente.

Supongo que me tendré que conformar con el mensaje al móvil que he recibido de parte de Bancaja.

3 rajes

Que por fin sea verdad

Hace tiempo que, en el mundo del fútbol, no me paro a escuchar las ruedas de prensa. Son minutos prescindibles de la vida. Los que tienen algo que contarnos no nos lo van a contar, así que prefiero no perder el tiempo creyéndome su versión de los hechos. 

La mayoría de los jugadores que se ponen delante de un micrófono nos inundan de la más insípida nada con su verborrea programada. Se esfuerzan por pasar desapercibidos con tópicos y paja o por escupir lo que la gente quiere escuchar. Son pocos los que se expresan tal y como piensan, pocos a los que da gusto escuchar, los que comunican más que dicen.


Por eso, es imposible saber si las declaraciones de los futbolistas (y entrenador) del Valencia, que se han empeñado en repetir que esta vez sí van a Barcelona con la convicción de sacar un buen resultado, son verdad o un curso acelerado de engaño. A veces hacer caso a Emery es como seguir creyendo en los Reyes Magos.

Y es que no me fío porque hace ya algunas temporadas que los de Mestalla no se sienten capaces de medirse de igual a igual a los equipos más fuertes. No me lo creo porque estamos acostumbrados a que visitar el Nou Camp o el Bernabéu sea una jornada de descanso.

No me creeré la ambición que han derrochado en la sala de prensa hasta que la demuestren en el campo. Para hacerlo no es necesario ni ganar ni empatar. Para conseguirlo, más allá del resultado, hay que transformar la mentalidad segundona en personalidad. Las palabras se las lleva el viento, pero la pelota no miente. De lo contrario no habrá sido más que otra campaña sin fundamento para que los aficionados se ilusionen con un futuro mejor, pero al fin y al cabo una mentira más.

3 rajes

Villa, mi orgullo

El verano de 2009 lo pasé íntegramente en Argentina. Argentina es un país agradecido con quien lo visita, un territorio infinito pero unido, cosmopolita en sus paisajes, potencialmente rico pero tradicionalmente pobre. En Argentina uno se siente como en casa y descubre la esencia de sus habitantes con una atracción pasmosa. Te marchas, pero te pasas la vida queriendo volver.

Es un tópico más, pero el país de Maradona se puede definir en tres palabras: carne, tango y, sobre todo, fútbol. El fútbol reina en las conversaciones diarias y se vive con una pasión que en ocasiones desborda el cauce de la racionalidad. Pero es un deporte que, bien entendido, puede convertirse en un nexo, en un puente cultural. Mucho más entre argentinos y españoles.


Una mañana de agosto conocí en las afueras de Buenos Aires al que hoy es un buen amigo. Comencé a hablar con él y enseguida me preguntó de qué parte de España era. Cuando le dije Valencia se le encendieron los ojos y con una apreciable admiración me contestó: -Villa. Lo que más conocía de Valencia era David Villa. Quizá de manera instintiva se me hinchó el pecho. A ese jugador que para él era uno de los mejores del mundo yo lo veía cada quince días en Mestalla. Era mío. Por eso, cuando volví a casa un mes después, le envié una camiseta firmada por el Guaje.

Ahora que David Villa se ha convertido en el máximo goleador de la historia de la selección española me acuerdo de aquel momento en el que el '7', sin saberlo, nos acercó un poco más. El asturiano se ha convertido en inmortal y supongo que mi amigo podrá alardear, hoy todavía más, al pasearse con la camiseta de Villa. Para mí será un orgullo simplemente decir que le vi jugar.

3 rajes

El milagro que no vi

Estamos hablando de una de las hazañas más importantes del Valencia moderno. Puede que incluso de toda su historia. Y fue un lunes. Por una vez el primer día de la semana se quitó su fama de antipático para convertirse en una jornada de gloria. Todos los que se mofaban de su aire gris y amargo tuvieron que pedirle disculpas.

Un lunes puede acabar bien, pero jamás empieza con el pie derecho. Es una norma vital que uno aprende muy pronto, en la infancia. Interminables bostezos, seguidos de lánguidos pasos por el pasillo hasta salir a la calle y enfrentarse a una luz solar recién instalada. La vuelta a la vida de siempre, rodeado de las obligaciones de siempre y los libros de historia y matemáticas de siempre.


Pero ese día había un incentivo especial, un Barcelona-Valencia. Hay que esperar meses para que lleguen partidos así, y a éste le había tocado la incómoda y fea silla del lunes. Llegada la noche, Paco García Caridad narraba un partido que se ponía cada vez más negro. A los siete minutos de la segunda parte el Valencia ya perdía 3-0 y ante la persistente ansia de mi madre por que me fuese a dormir, acepté resignado y encaré el camino de la cama. Por una vez ganó mi madre, preocupada por mi rendimiento en el colegio.

A la mañana siguiente me despertó mi padre. Él sabía que lo que me iba a decir me enloquecería. En sus ojos vi esa luz que tienen todos los padres cuando saben que van a hacer feliz a su hijo. Se saben los Reyes Magos. -Esteban, 3-4. -Venga papá, no te rías de mí. Me pareció incluso duro que él, mi padre, estuviese jugando con mi ilusión, pero cuando noté que insistía en su mensaje fui corriendo a buscar a mi madre. Era necesaria una segunda fuente que confirmase la noticia. -Sí, es verdad. Milagro confirmado y la angustia de no haber sido testigo.

Me perdí aquella noche de fantasía. Mientras yo estaba soñando en mi cama, Morigi había empezado un monumento a la osadía y a la esperanza. Por lo menos aprendí que un lunes puede ser un gran día. Sólo hay que darle una oportunidad.

4 rajes

La lealtad al nuevo proyecto

Hay varias maneras de entender las declaraciones de Manuel Llorente sobre la renovación de Vicente y Albelda. No sé con cuál quedarme. Desconozco si, a modo de encuesta, es un intento por comprobar la respuesta de la afición, si está preparando el terreno para acometer de verdad la operación o si simplemente es una respuesta políticamente correcta. La clasificación sólo la sabe el presidente del Valencia.


De lo que sí estoy seguro es de que no lo ha dicho por lo que ha visto en el terreno de juego. Vicente ha estado desaparecido, ocupándose de sus infinitas molestias, hablando con los médicos y sentado en su casa. Ha marcado un gol, es cierto, que sirve para animar a los que les gustan las mentiras.


Albelda jugó un buen partido contra el Atlético de Madrid, pero no es suficiente para proponerle un nuevo contrato. La del de La Pobla Llarga no se trata de una renovación más. Es el protagonista de interminables debates en las gradas de Mestalla y divide al valencianismo en dos bandos irreconciliables. Su figura es un tema delicado y el desenlace a final de temporada seguro que desata la polémica.

La filosofía del nuevo Valencia está abierta al aire fresco y nuevo en la plantilla. Es un proyecto centrado en alistar a futbolistas del futuro en vez de recuperar a los del pasado. Si nos atenemos a las líneas maestras, las renovaciones del '6' y el '14' no tienen hueco, igual que no lo tenían Baraja y Marchena. Pero no tengo claro que la lealtad a un estilo sea lo más normal en el club. No me extrañaría que las palabras de Llorente fuesen una declaración de intenciones.

2 rajes

La media gloriosa (Enrique Salvador)

Albelda no fue el primer jugador que tuvo un pleito con el Valencia por asuntos estrictamente deportivos. Enrique Salvador, el más joven de los integrantes de la media gloriosa, fue acusado por parte del club de disminución voluntario de rendimiento. Evidentemente, ante la imposibilidad de demostrar algo así, el pleito federativo lo ganó Salvador.

Ocupaba la zona diestra del centro del campo, aunque sabía moverse por el medio si así lo necesitaba el equipo. En ocasiones su ímpetu irrefrenable se convertía en excesiva dureza. De hecho fue el valencianista más expulsado de la época y en Sevilla, en medio de una invasión de campo, recibió un martillazo de un aficionado.

Con el paso de los años atemperó su carácter, aunque mantuvo siempre su rotunda personalidad. Discutidor nato, tuvo varias disputas con la directiva, aunque eso no le impidió ser uno de los futbolistas más queridos por la afición de Mestalla.

Se marchó demasiado pronto para muchos, con 26 años, al Hércules. Sólo había jugado cinco partidos en Primera División como blanquinegro, pero se redimió ascendiendo con los alicantinos. Se retiró en 1941.

2 rajes

Vete a la mierda Manolo

Manuel Llorente no lo hace todo bien. Tampoco se lo podemos exigir porque ninguno de nosotros es capaz de alcanzar la excelencia. Él es un ser humano al uso. Un tipo corriente ni más ni menos. Como todos, tiene una lista de aciertos y otra de errores. Podemos colgarle la medalla de haber mantenido la confianza en un proyecto deportivo. A falta de dinero, se daba por buena la calma institucional. Dejar trabajar a Fernando más de una temporada significaba un hecho insólito en la historia reciente del Valencia. Reconozcámoslo, estaba bien hecho.

Pero ayer Llorente entró en razón. Pensó que era el momento de cargarse de un plumazo toda esa historia de la continuidad, la confianza y demás tonterías. ¿Quién le tiene que explicar a él cómo se gestiona un club de fútbol?


Una de las mayores críticas que se le lanzó en su momento a Juan Soler fue la de improvisar los proyectos, la de gastar entrenadores y directores deportivos y alejarse de la realidad que rodeaba a su empresa, que al fin y al cabo era un club de fútbol. Llorente recuerda cada vez más a ese dictador de pacotilla, al que por cierto siempre le ha echado la culpa de todo, que se empachó de poder y entró en un torbellino de locura que arrasó con todo lo que le rodeaba. Una Solerada de Manuel Llorente.

No me creo, como nadie en Valencia, el argumento económico para explicar la destitución del director deportivo. Mucho menos tras ofrecer Fernando una rebaja en su sueldo. La crisis es la respuesta fácil, el comodín de Manolo. Fernando Gómez, con todo, ha trabajado para ahorrarle dinero a su jefe. Ha buscado y ha encontrado jugadores libres que permitiesen a su vez abaratar el coste de la plantilla. Un movimiento que cualquiera aplaudiría. Cualquiera menos Llorente.

Llorente no sabe de fútbol, como tampoco sabía de baloncesto. Lo peor de todo es que el Valencia está en sus manos. Es para echarse a temblar. Como le dijo Fernando cuando se enteró de su destitución, vete a la mierda Manolo.