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La media gloriosa (Enrique Salvador)

Albelda no fue el primer jugador que tuvo un pleito con el Valencia por asuntos estrictamente deportivos. Enrique Salvador, el más joven de los integrantes de la media gloriosa, fue acusado por parte del club de disminución voluntario de rendimiento. Evidentemente, ante la imposibilidad de demostrar algo así, el pleito federativo lo ganó Salvador.

Ocupaba la zona diestra del centro del campo, aunque sabía moverse por el medio si así lo necesitaba el equipo. En ocasiones su ímpetu irrefrenable se convertía en excesiva dureza. De hecho fue el valencianista más expulsado de la época y en Sevilla, en medio de una invasión de campo, recibió un martillazo de un aficionado.

Con el paso de los años atemperó su carácter, aunque mantuvo siempre su rotunda personalidad. Discutidor nato, tuvo varias disputas con la directiva, aunque eso no le impidió ser uno de los futbolistas más queridos por la afición de Mestalla.

Se marchó demasiado pronto para muchos, con 26 años, al Hércules. Sólo había jugado cinco partidos en Primera División como blanquinegro, pero se redimió ascendiendo con los alicantinos. Se retiró en 1941.

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Vete a la mierda Manolo

Manuel Llorente no lo hace todo bien. Tampoco se lo podemos exigir porque ninguno de nosotros es capaz de alcanzar la excelencia. Él es un ser humano al uso. Un tipo corriente ni más ni menos. Como todos, tiene una lista de aciertos y otra de errores. Podemos colgarle la medalla de haber mantenido la confianza en un proyecto deportivo. A falta de dinero, se daba por buena la calma institucional. Dejar trabajar a Fernando más de una temporada significaba un hecho insólito en la historia reciente del Valencia. Reconozcámoslo, estaba bien hecho.

Pero ayer Llorente entró en razón. Pensó que era el momento de cargarse de un plumazo toda esa historia de la continuidad, la confianza y demás tonterías. ¿Quién le tiene que explicar a él cómo se gestiona un club de fútbol?


Una de las mayores críticas que se le lanzó en su momento a Juan Soler fue la de improvisar los proyectos, la de gastar entrenadores y directores deportivos y alejarse de la realidad que rodeaba a su empresa, que al fin y al cabo era un club de fútbol. Llorente recuerda cada vez más a ese dictador de pacotilla, al que por cierto siempre le ha echado la culpa de todo, que se empachó de poder y entró en un torbellino de locura que arrasó con todo lo que le rodeaba. Una Solerada de Manuel Llorente.

No me creo, como nadie en Valencia, el argumento económico para explicar la destitución del director deportivo. Mucho menos tras ofrecer Fernando una rebaja en su sueldo. La crisis es la respuesta fácil, el comodín de Manolo. Fernando Gómez, con todo, ha trabajado para ahorrarle dinero a su jefe. Ha buscado y ha encontrado jugadores libres que permitiesen a su vez abaratar el coste de la plantilla. Un movimiento que cualquiera aplaudiría. Cualquiera menos Llorente.

Llorente no sabe de fútbol, como tampoco sabía de baloncesto. Lo peor de todo es que el Valencia está en sus manos. Es para echarse a temblar. Como le dijo Fernando cuando se enteró de su destitución, vete a la mierda Manolo.

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La media gloriosa (Enrique Molina)

El más veterano de los integrantes de la 'media gloriosa' era Enrique Molina. Más útil en defensa que en ataque, poseía un remate de cabeza portentoso. Empujaba al equipo con su físico, fuerte y aguerrido.

Que era un tipo batallador se le veía en la cara. Sólo su nariz (que le dio varios quebraderos de cabeza en forma de lesión) ya generaba prudencia entre los rivales. Si jugase hoy en día bien podría ser un Zokora o un Toure cualquiera.

Su estilo era un homenaje constante a la fuerza. No desvanecía ni en los escenarios más beligerantes. Su repertorio de carreras y actitud combativa fue aplaudido más de una vez fuera de Mestalla (generalmente en los campos del Norte).

A Molina le salía todo del corazón, incluso era conocido por sus inverosímiles pases de pecho. De lo que no cabe duda es de que infundía respeto, tanto entre sus compañeros como entre los aficionados. Estaba tan seguro de ello que en una ocasión introdujo su coche en el campo para llevarse a un árbitro que estaba siendo increpado.

Su despliegue en el césped dependía mucho de su estado de forma, y cuando las fuerzas menguaron su nivel de juego lo hizo en la misma proporción. Entonces aceptó rebajarse el sueldo como muestra de franqueza.

Fue el único de los tres que alcanzó la internacionalidad, en 1927, aunque muchos no la consideran válida al ser en la selección española B. Disputó 165 partidos oficiales de blanquinegro, en los que marcó 14 goles. Además ganó seis Campeonatos Regionales.

Falangista declarado, igual que luchó por el Valencia lo hizo en el bando nacional durante la Guerra Civil. Posteriormente se enroló en las filas de la División Azul. Murió en una moto con sidecar en la que transportaba a un oficial alemán al caerles encima un obús ruso durante el cerco de Leningrado en 1943.

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La media gloriosa (Cirilo Amorós)

Anda el Valencia buscando un mediocentro que mueva al equipo. Un jugador que dé descanso a Banega y que supla la marcha de Baraja. Que modernice un puesto que en el conjunto blanquinegro se ha quedado antiguo. No es una decisión baladí. Los centrocampistas son los maestros del fútbol. Los que durante el partido tienen que calcular, echar números y convencer al resto para que todo llegue a buen puerto. Al fin y al cabo el centro del campo es la base de todo equipo que se precie.

En el Valencia una de las más famosas líneas de centrocampistas nació en los años 20. 'La media gloriosa', integrada por los valencianos Amorós, Molina y Salvador, que incluso fue reclamada para la selección española.

Cirilo Amorós tenía nombre de calle. No en vano su abuelo había sido el alcalde que ordenó el derribo de las murallas de la ciudad y al que obsequiaron bautizando con su nombre una céntrica calle de la capital del Turia.

El Amorós futbolista se movía escorado a la izquierda. Antes había jugado en Alemania, de donde era natural su madre, y en Madrid, donde había estudiado Derecho. Amante del regate, enamoró a la afición sevillista, muy dada a elogiar cualquier recurso estilístico, en un choque en el viejo Nervión. También en Murcia recuerdan cuando retó al público a bajar al terreno de juego (y le hicieron caso). El asunto acabó en una carga de caballería.

Anotó 11 goles en 147 partidos oficiales y ganó cinco Campeonatos Regionales, además de conseguir el ascenso a Primera División. Amorós era también un tipo honrado. Cuando se vio sin fuerzas para mantener el nivel que requería la competición, solicitó jugar en el equipo amateur. 

El Valencia le organizó un partido homenaje que quedó deslucido al coincidir con una tormenta que alejó a los aficionados y que no permitió que el choque llegase a su fin. Un final lejos de lo que Amorós se merecía.